Sin salir de su asombro,
Roberto vio avanzar hacia el a la chica que le ralló el coche, a la misma que,
hacía unos días había tenido entre sus brazos y besado como un poseso.
¿Esa era su nueva jefa?
- Hola, - dijo ella con voz
cálida mirándolo directamente.
A el no le salían las
palabras.
- El es Roberto y este de aquí Alonso, - dijo
presentándolos el Sr. Zafra. - Y ella, chicos, es Cristina Romero, y desde hoy
será vuestra nueva jefa.
Fue decir aquello y recordar que aquella chica no era
solo la guapa pelirroja que había deseado, abrazado y besado con pasión, sino
la niña de papá que, sin escrúpulos había hecho que largaran al Sr. Zafra.
Mientras su antiguo jefe había estado hablando, y
ahora ella comentaba entusiasmada las maravillosas innovaciones que iba a
introducir en el periódico, Roberto no pudo evitar torcer el gesto y poner mala
cara.
¿Como podía una mujer parecer tan tierna y especial
y luego hacerle aquel faenón al Sr. Zafra?
Y encima Alonso la miraba recorriéndola con abierto
descaro. Le daban ganas de echar la pota.
Aquel día fue el primero en
su vida laboral que deseó con mas ganas salir del trabajo, y cuando llegó a
casa fue en busca de su padre que leía en el despacho donde estaba el
ordenador.
- Papá, tengo que hablar
contigo.
- Dime, - Eduardo guardó el
libro y Roberto se sentó a su lado en el sofá.
- ¿Te acuerdas de la chica
que me rayó el coche?
- Ah si, ¿la del parking?
- Si, la pija que no sabía conducir, - añadió
Roberto.
- Pues ¿sabes quien es?
- No, pero seguro que me lo
vas a decir.
- Ni mas ni menos que mi
nueva jefa, - siguió diciendo con cara de asco sin hacer caso del comentario
humorístico de su padre.
- Vaya, eso lo cambia todo, - comentó reflexivo el
padre.
- ¿Eso cambia el qué? ¿me lo puedes decir?
- Roberto, hijo, no te conviene estar de malas con
la que desde ya va a ser tu nueva jefa, ¿no te parece?
- Yo lo único que se es que ella ha hecho que el
Sr. Zafra se vaya antes de tiempo. Para mi ha sido una faena, y no me gusta
nada, que quieres que te diga.
- Y encima ahora su situación
económica no va a ser la misma ni mucho menos, - dijo compadeciéndose.
- ¿Estás seguro de eso? Yo
tengo entendido que...
- Si papá, - lo interrumpió, - estoy seguro, el me
lo dijo. Y encima la tendré que aguantar todos los días.
Pensando en eso, Roberto decidió que sería
suficiente verla durante todas las mañanas hasta el día de su jubilación, como
para además ir a pescar y encontrársela también allí, de modo que aquella
tarde, en lugar de ir a su lago favorito, decidió acompañar a su padre al
cementerio.
Llegaron ante la tumba de su madre y, como siempre,
a su padre le pudo la emoción.
Roberto miró triste y
fastidiado la tumba en la que estaba enterrada su madre desde hacía cinco años.
La vida no era justa, no
señor. Ella era aún una mujer joven y podría haber vivido muchos años junto a
su padre, pero aquel maldito cáncer se la llevó por delante.
Después de rezar ante la tumba de su madre durante
unos momentos, Roberto vio como su padre se dirigía invariablemente hacia otra
tumba.
Elisa era el nombre de la mujer que yacía allí, y
su padre siempre iba a visitar su tumba.
¿Cuantas veces le había hablado de ella? Elisa fue
el primer amor de su vida, ese que quizás nunca se olvida, y Eduardo aún
lloraba por ella.
¿Qué pasaría entre ellos? Si se querían tanto, ¿por
qué se terminó la relación? Eso su padre jamás se lo había contado, en cierto
modo era un pozo de secretos que guardaba para sí.
Cuando llegó a casa, Eduardo se paró frente a la
cómoda de su cuarto donde había un par de fotos muy importantes para el.
La primera era de el con Clara, su mujer. Cada vez
que miraba a Roberto le recordaba a su madre; tenía el mismo pelo y color de
ojos que ella. Lástima que se fuera tan pronto.
Y luego miró la foto que se hizo aquella primavera
de 1968. Elisa estaba tan guapa.
Iban a casarse, pero entonces...
No, era mejor no pensar en el pasado, ni culpar a
quien no tuvo culpa. Era mejor dejar todo aquello atrás y solo recordar los
maravillosos momentos que vivió con su Elisa, la misma Elisa que ahora yacía
bajo la tumba de un cementerio.
Continuará
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