sábado, 18 de julio de 2015

Capítulo 13

Roberto se puso de pié sin poder dar crédito a lo que estaba sucediendo; Inés, la encantadora chica que se había encontrado en el campo  y con la que había compartido un delicioso picnic y jugado incluso, comenzó a gruñir  y a gritar contorsionándose. Su cuerpo se cubrió de pelo, sus uñas crecieron como garras y el dulce aspecto de su rostro también cambió. En un momento se desgarró la ropa que llevaba puesta.


Gruñó terriblemente y de forma amenazante y Roberto pudo ver los dientes grandes y afilados de su boca.


Cuando Roberto fue consciente y se dio cuenta de que ella se había trasformado en una especie extraña, medio mujer medio loba o fiera terrible, se aterrorizó y empezó a temblar.


Aquella fortísima impresión pudo con el, y entonces cayó en el suelo mientras todo se nublaba y se volvía oscuro a su alrededor.


Inconsciente, quedó tendido en la hierba.


Inés, trasformada en aquella salvaje criatura, rodeó la fogata y se acercó a Roberto mientras gruñía como un perro lobo.


- Grrr, maldita sea... - murmuró, - se ha desmayado, siempre igual. ¡Roberto, despierta! - lo llamó con una voz grave que no parecía pertenecerle.


Roberto recuperó la consciencia y se puso de pié mirándola incrédulo y asombrado. Aquel ser no parecía la misma chica que lo había acompañado aquellas horas.


Entonces, con el miedo aún en el cuerpo, Roberto dio la vuelta y comenzó a huir de allí.




- ¡Roberto! ¡espera, ven aquí! - lo llamó ella con aquella voz extraña.

Pero el no se detuvo. Siguió corriendo hasta coger su coche y largarse de allí.


Cuando llegó a casa entró como una tromba en el salón. Cristina, sentada en el sofá, veía la tele sola y en camisón.


- Roberto, ¿que te pasa? ¿estás bien? - ella preocupada se puso de pié al verlo llegar.


El terror mas absoluto aún se dibujaba en su rostro.
- Roberto, me estás asustando. ¿Te ha pasado algo?


- Oh Cristina, si te lo cuento no te lo vas a creer, pero es cierto, lo juro.
- No digas tonterías, por supuesto que te creeré. Dime que te ha ocurrido.
- Yo... llegué al campo y, mientras pescaba llegó Inés, una chica muy simpática. Como yo solo llevaba mi saco de dormir, ella compartió su picnic conmigo. Jugamos, charlamos, nos reímos... lo estábamos pasando muy bien.


- Pero entonces ella se puso de pié y se transformó en una criatura extraña, una especie de mujer loba, te lo juro. Le salió pelo por todo el cuerpo, le crecieron los dientes, las orejas, las uñas, que parecían garras...
Fue horrible Cristina.


- ¿En serio dices que le pasó todo eso?
- Te juro que no te miento, es todo cierto.
- Joder, una mujer loba... - dijo pensativa, - yo pensé que no existían.


- Yo también, por eso cuando la vi trasformarse delante mía, me aterroricé y... me desmayé. Y luego salí huyendo de allí. Soy un mierda Cristina, - concluyó apesadumbrado.


- No eres ningún mierda Roberto. Te aseguro que si eso me llega a pesar a mi, me da un síncope. Además, hiciste muy bien en huir. ¿Quien sabe lo que te hubiera hecho?
- ¿Tu crees? Oh Dios, todavía tengo el miedo en el cuerpo. No voy a poder dormir y si lo hago tendré pesadillas.


Entonces Cristina lo atrajo hacia sí y ambos se abrazaron.
- Ven aquí cariño, tranquilízate, ya estás en casa y todo va a ir bien.


- Oh Cristina, después de la experiencia que he tenido, es un consuelo volver a casa y encontrarte a ti, poder hablar contigo, estar entre tus brazos...
- Siempre estaré aquí para ti, - murmuró ella en su oído, - me encanta que hayas compartido conmigo todo lo que te ha pasado. ¿Estás ya mas tranquilo?


- Si, - dijo separándose y mirándose ambos desde cerca, - pero no puedo dejar de pensar que fui un mierda, un cobarde.
- No Roberto, tu reacción fue lógica. Tu no eres ningún cobarde, eres dulce, tierno, fiel... y muy cabezota, pero a mi me encanta como eres.
Los dos se miraron en silencio a los ojos, parecieron hablar un lenguaje mudo y oculto.


Después Roberto la abrazó de nuevo y la estrechó fuertemente contra sí mientras la acariciaba posesivo. Sentía su cuerpo tibio pegado al suyo, tan sensual, tan cálido y acogedor.


Cortados y quizás algo nerviosos, se separaron y quedaron mirándose el uno al otro. Roberto estaba pensando seriamente en acercarse y besarla en la boca con toda la pasión que sentía, cuando se escuchó una voz.
- Cristina, - dijo su padre apareciendo al fondo proveniente de su dormitorio, - estaba escuchando voces y... ah, que eres tu Roberto, - dijo al verlo. - No sabía que habías vuelto.


Roberto no pudo evitar corresponderle torciendo el gesto con una cara de enfado. Acababa de joder una ocasión única. Maldita sea...


- Ya me voy a acostar Eduardo, - dijo Cristina dirigiéndose hacia donde estaba el, - estoy muy cansada. Buenas noches Roberto, que descanses, - le dijo.


Roberto, serio, se dirigió a su dormitorio.


Sería mejor acostarse y dormir para olvidar, bueno, si es que no tenía pesadillas con Inés, claro está.


Pero antes de quedarse dormido, lo único que le preocupaba no era la extraña experiencia que había vivido, sino el pensar que en aquellos instantes Cristina estaba en el lecho con su padre, y no junto a el.   


Continuará

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