viernes, 30 de octubre de 2015

Capítulo 13

David durmió mas bien regular aquella noche, como a duerme vela, dándose cuenta de cada vuelta que daba en la cama. Y es que ese era el problema, que a su lado no estaba Helen y la extrañaba. Ya se había acostumbrado a dormir junto a ella.


Al amanecer saltó de la cama; ya no aguantaba mas allí, y lo primero que hizo fue mirar el móvil por si tenía alguna llamada o un mensaje de Helen, pero nada. La llamó varias veces, pero tampoco respondió.


Con la mente embotada y dándole vueltas, David se vistió y bajó al salón. Entonces, pensativo se sentó en uno de los sillones.


No lograba entender por qué Helen no había vuelto aún. ¿Le habría pasado algo tal vez, o aquello solo era debido al enfado? Quizás solo fuera eso, que como el la noche anterior no regresó, ahora ella quería pagarle con la misma moneda. Fuera como fuese, aquello no podía continuar así; la casa parecía muerta sin ella.


Horas mas tarde y sin noticias de Helen, David se empezó a preparar algunas copas en el pequeño bar que tenía en el salón.


Ya era cerca del mediodía y ella no volvía ni respondía al teléfono, y todo esto le hizo empezar a reflexionar a David.


Así que salió de casa, cruzó el jardín central, y se dirigió a la casa de Sarah.


- Hola, - saludó el escuetamente.

- Vaya, ¿Como tu por aquí? ¿No tienes miedo de que te vea tu mujercita? - dijo Sarah en tono irónico.


- Déjate de gilipolleces Sarah; Helen no está, no ha vuelto en toda la noche, - dijo como abatido.


- Esto seguro que lo ha hecho como venganza por la otra noche, cuando no volví a casa, - añadió enfadado, - no puedo creer que aún no haya regresado.


- Bueno pues mejor ¿no? - sonrió ella, - si se ha largado te has quitado el muermazo de tu mujer de encima y ahora podremos hacer lo que nos venga en gana. He pensado que podríamos hacer obras y juntar las dos casas. Quedaría grande y genial ¿no te parece?
El la miró un momento como si ella acabara de decir la chorrada mas grande del universo.


Pero no le dijo nada porque en ese momento sonó su móvil.
- Helen, Helen ¿eres tu? - preguntó ansioso.
- No, - dijo una voz desconocida, - somos de una nueva compañía de teléfono y lo llamábamos para hacerle una oferta que no podrá rechazar.


David se sintió tan frustrado de que no fuera Helen quien llamaba, que no pudo evitar saltar enfadado:
- ¡Váyase a la mierda, no me interesa su oferta para nada! ¿Me oye?
Y cortó la llamada.


- Jo, como te has puesto cuando has visto que no era Helen, - comentó Sarah.
- Pues... esa es la cuestión ¿sabes? La ausencia suya esta noche por primera vez me ha hecho reflexionar y darme cuenta de cosas.
- ¿Que cosas?
- Que... mi matrimonio se está yendo a pique y no quiero... perderla.


- ¿Estás tratando de decirme que quieres que dejemos lo nuestro, David? - preguntó ella con cara de mosqueo.
- Pues si, será lo mejor.


- ¡Maldita sea, no puedes dejarme así! Llevamos años juntos, y ahora porque tu mujercita no ha vuelto a casa esta noche ¿me dejas de pronto, así sin mas?


- Se que llevamos años Sarah, pero yo siempre he querido a Helen ¿sabes? Es mi mujer, y no quiero perderla.


- ¿Ahora me vienes con el cuento de que la quieres? Llevas años diciéndome que me amas a mi y acostándote conmigo.


- ¿Y sabes una cosa? Creo que a Helen ya la has perdido porque no es tonta y tu llevas demasiado tiempo saliendo por ahí conmigo y haciendo lo que te da la gana, así que a estas horas ya se ha debido de buscar a alguien también. Quien sabe, a lo mejor se lo ha hecho con el que sea esta noche, - añadió mordaz y cruelmente, - es una mujer como otra cualquiera.


- ¡No! - gritó fuera de si enfurecido de pensar que Helen pudiera estar con otro, - ¡ella es especial y tu eres una cualquiera! ¡tu si que lo eres!


- Eres una puta guarra que ha estado abriéndose de piernas para mi y tu sabrás para cuantos mas. Así que quítate de mi vista porque no quiero volver a tener nada mas contigo, ¿me has entendido?


- Te juro por la memoria de todos mis muertos que te arrepentirás de esto David, te lo juro, - sentenció.


- Bésame el culo, - dijo el groseramente dando media vuelta y yendo hacia la puerta.


- ¡David, no te atrevas a darme la espalda e irte!
- ¡Que te den! - respondió el indiferente.
Y entonces se marchó.  


Continuará

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