viernes, 16 de octubre de 2015

Capítulo 8

Helen miraba sin ver uno de sus mas grandes cuadros.

Estaba en su galería, ya era media mañana, pero su mente estaba bien lejos de allí. No podía dejar de pensar en todo lo ocurrido.


Su situación era triste, tal vez patética, pero le estaba sirviendo para abrir los ojos, darse cuenta de todo, y tomar decisiones.
David la había descuidado casi desde el primer día de casados: tal vez eran el trabajo y los compromisos, pero sea como fuere ella no estaba dispuesta a estar suplicándole a David y esperándole noche tras noche, así que había tomado la decisión de olvidar sus prejuicios y comenzar a vivir su vida. Eso de momento, mas adelante y dependiendo de como fueran las cosas, ya pensaría que hacía con su matrimonio.


Estaba tan absorta en sus cavilaciones que no se dio cuenta de la repentina presencia de Nelson a su lado.
- Hola.


- Ah, hola. Que sorpresa, - lo saludó volviéndose hacia el.
- ¿Que tal estás?, ¿todo bien?


- Anoche me hice la dormida, pasé de hablar con el, bueno, eso de hablar... Pero estoy algo deprimida por toda esta situación.


- Venga, te invito a comer, - le propuso el de repente, - hace un día estupendo y si quieres luego podemos ir al festival de verano. Ya verás como te animas.


- Vale, espera que cierre esto.
- De acuerdo.


Ambos quedaron mirándose sonrientes. ¿No había tomado la decisión de olvidar sus prejuicios y vivir su vida? Pues ya era hora de llevar sus planes a la practica.


Momentos después los dos se sentaban en el bistro a esperar a que este abriera.
¿Como podía ser posible que aquel hombre, Nelson, fuera mas amable, atento y detallista que su propio marido? Se encontraba tan bien con el...
No podía sustraerse a su mirada.


- Te has quedado muy callada, - le dijo el, - ¿en que piensas?
Uff, eso no podía decírselo, - pensó Helen, - imposible.
- El día es precioso. Gracias por traerme.


El iba a contestarle cuando de repente a ella le sonó el móvil.
- Perdona un momento, - dijo poniéndose de pié.


Entonces miró quien llamaba.
David.
Sintió una pereza enorme de tener que hablar con el, y tentada estuvo de no cogerle la llamada, pero suspiró y contestó.


- Si, - dijo secamente.
- Helen, cariño, soy yo. Quería disculparme por lo de anoche. No sabes cuanto lo siento pero es que...
- Ahora no tengo tiempo de escuchar tu explicaciones. No voy a ir a comer ¿sabes? Me han invitado.
- Pero...
- Hasta luego David.
Y cortó la comunicación.


En lugar de esperar a que abriera el bistro, Helen y Nelson se fueron a comer algo al festival de verano. 


Se sentía rebelde y contestataria, pero estaba en la mejor compañía, ya que el era un hombre súper agradable, atento, detallista y además, y esto es lo que le preocupaba, le parecía mas que atractivo y hacía que todas las fibras de su ser se alteraran.
Disfrutaron de lo lindo jugando como niños a tirarse globos de agua.


- Bueno Nelson, será mejor que me vaya yendo para casa y afronte el chaparrón, - le dijo mas tarde. 


- Ánimo Helen, no dejes que nadie te pisotee. Tu vales un montón así que adelante ¿eh? Ya sabes que aquí me tienes para lo que necesites.


Sus ojos se prendieron sin poder evitarlo.
- Gracias por haber aceptado mi invitación de hoy. Me ha encantado comer contigo y pasar un buen rato aquí en el festival.


- Gracias a ti Nel por todo, por acogerme anoche y escucharme, por venir hoy y preocuparte por como estaba y por esta comida y este maravilloso rato que hemos pasado aquí.
Tras despedirse, Helen se fue a casa.


Al llegar a su urbanización se encontró afuera a Frank y ambos se saludaron con un abrazo. Ninguno de los dos fue consciente de que David los estaba viendo desde una de las ventanas del salón.


- Vaya, que contenta te veo. Parece que te ha dado el sol ¿no?
- Si, es que me invitaron a comer al festival y de allí vengo. Ya te contaré.
- ¿El buenorro?
A Helen casi le da la risa.
- Si, pero no digas nada.


- ¿Yo? Anda ya mujer. No sabes cuanto me alegro de que hayas dejado al ogro en casa y te hayas ido a pasártelo bien por ahí.
Ahora si que Helen no pudo resistir la carcajada.


- Pues disimula que acabo de verlo mirando por la ventana, - le dijo ella.
- Uff, pues entonces estará rabiando cuando entres, pero tu a lo tuyo. A ver si mañana vienes a mi casa y hablamos con tranquilidad ¿vale?
- De acuerdo.


- Hola, ¿como es que no has venido hoy a comer Helen? - le dijo David en cuanto entró.
- El otro día vendí un cuadro y gané un montón de pasta; yo también aporto ¿sabes?, no eres tu solo, así que me invitaron hoy a comer; como tu dices, hay que alternar, - le espetó irónica y mordazmente.


- ¿Y se puede saber que hacías charlando con ese maricón, eh?
- Es nuestro vecino.
- ¡Es un maricón de mierda, Helen, y no quiero volver a verte hablando con el! ¿Me oyes?


- Tu no eres nadie para decirme con quien puedo o no puedo hablar. Mis amistades las elijo yo ¿entiendes? Además, ¿tu como sabes que es gay?
- Por el amor de Dios Helen, no hay mas que oírlo.
- Me da igual lo que me digas, como si quedo con el para salir una noche.
- No te atreverás.
- Ponme a prueba David, - lo desafió.


El suspiró y su expresión cambió.
- Helen, ¿podemos hablar de lo de anoche? - dijo cambiando de tema, - quisiera...


- Ya es tarde para pedir disculpas David, además, estoy cansada de que me pidas perdón, me des las mismas razones o excusas, y luego vuelvas a hacer lo mismo de siempre.


- Por favor Helen, cariño, escúchame, tu sabes que te quiero. Soy demasiado... obsesivo con el trabajo, ese es mi problema. Perdóname por favor. Si quieres esta noche...


- No vuelvas a hacerme promesas que luego no cumplirás David. Ya nos conocemos.
- Pero...


- Me he cansado de esperar que vengas a casa justo después del trabajo, me he cansado de esperarte, de suplicarte, de creerte, así que como tu haces tu vida, a partir de ahora yo haré la mía. Que lo sepas.


Helen dio media vuelta y se alejó. A David no le salieron las palabras. Se quedó allí parado viéndola ir.


Continuará

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