jueves, 12 de mayo de 2016

Capítulo 7

Don Ricardo llevó a Eva al bistro a almorzar. Todavía era temprano y no había gente por allí.


- ¿Te parece bien que comamos hoy aquí? –le dijo él, - en plan sencillo. Si quieres otro día te llevo a un restaurante mejor.
- No hace falta Don Ricardo.

- Ya es hora de que me tutees y me llames solo por mi nombre de pila, ¿no crees?


Ambos tomaron asiento y pidieron la comida.
- A lo mejor te estás preguntando que cómo es que me gusta una comida tan vulgar como los perritos calientes, ¿no? –le dijo él.
- Don Ri… digo… Ricardo, el hecho de que seas un hombre rico no significa que solo te gusten las ostras y el caviar, digo yo.


- Pues sí, tienes razón. Soy más sencillo de lo que crees. Sin embargo cuando Lina estuvo conmigo en casa, un día quise llevarla a un buen restaurante y se negó. Dice que prefiere tomarse una ensalada en casa o una hamburguesa por ahí.
Después él la miró.
- Eva, muchas gracias por haber querido venir hoy conmigo a comer. Eres encantadora y… si tú quieres y estás de acuerdo, me gustaría volver a repetir una salida como esta o hacer cualquier otra cosa juntos.


- Ricardo, soy yo la que tengo que darte las gracias por haber sido tan amable y caballeroso conmigo, por no haberme tratado mal ni hecho el vacío. Me… me has hecho sentirme muy bien, y estaré encantada de volver a verte si tú quieres.


Y Don Ricardo quiso.
Ambos empezaron a verse regularmente.
Uno de aquellos días la invitó a ir a la playa a bañarse.
Eva se adelantó a meterse en el agua y luego fue él, por lo cual le dio tiempo a verlo en bañador y darse cuenta de que en realidad él estaba en bastante buena forma física.


- Que buena está el agua ¿verdad? – le dijo ella.
- Estupenda. Ya tenía yo ganas de darme un chapuzón.
- Nadas muy bien Ricardo.


- Suelo practicar todos los días en la piscina cubierta que tengo en casa. Así me mantengo en forma.
- Ya se te ve.


Cuando ambos salieron por fin del agua, sin saber por qué los dos se quedaron mirando el uno al otro.
- ¿Te lo estás pasando bien Eva?
- Si, mucho. Contigo siempre me lo paso bien.
- Pues fíjate que cada vez que salimos yo tengo miedo de que tu no quieras volver a verme. Al fin y al cabo tú eres joven y yo…


- ¿Y tú qué?, ¿eh?  Ricardo, tú eres el hombre que mejor me ha hecho sentir en toda mi vida y además me estás ayudando muchísimo en esta dura etapa de mi vida. Solo te tengo a ti y lo sabes. La edad… da lo mismo. Ya… no sabría que hacer sin ti. Me tratas genial y… te necesito, -le dijo tímidamente.
- Yo también a ti preciosa. Tampoco podría prescindir ahora de ti.


**************
Volver a la rutina de clase después de aparecer Iván fue todo un reto para Alberto.
El tiempo parecía haber dado marcha atrás, como antes de ocurrir nada, que ambos salían juntos de la facultad y hacían sus planes, pero ahora todo había cambiado, porque ambos ya no tenían una relación como antes, aunque esto se le hacía realmente extraño y sabía que le iba a costar mantenerse así. Al fin y al cabo él siempre lo había amado, sentía verdadera debilidad por él y los ojos se le iban detrás.


Era mediodía y todos almorzaban o iban a hacerlo.
Borja miraba a Iván disimuladamente y de eso se daba cuenta Alberto. Él había visto su foto en su mesilla de noche y sabía que Iván había sido alguien muy importante para él.


Todo aquello era muy engorroso para Alberto porque sabía que Borja estaba interesado en él, lo miraba demasiado, y a la vez sabía de su antigua relación con Iván, el cual tampoco se privaba de mirarlo más de la cuenta.


Le daba un poco de vergüenza que Iván se pudiera percatar del interés de Borja en él, aunque Iván y el ya no estuvieran juntos y no tuviera que darle explicaciones, y Borja por su parte ya seguramente se habría dado cuenta del interés de Iván, dado que éste ni siquiera trataba de disimular. Ahora y tras coger su comida, se había sentado junto a él en la mesa.


Cuando Alberto terminó de comer y se levantó de la mesa, se dio cuenta de la insistente mirada de Borja sobre Iván.


Y un momento después y mientras metía su plato en el lavavajillas, tanto Borja como Iván no le quitaban el ojo de encima a él. Aquello era una locura.


Se fue a su cuarto dispuesto a ponerse a estudiar y tratar de alejar de sí mismo el continuo pensamiento de Iván y su situación actual.


Pero apenas le había dado tiempo a soltar la mochila con los libros cuando Borja apareció.


- Alberto, ¿podemos hablar un momento? –le dijo
- Si, ¿qué pasa?


- Perdona pero… ¿no me dijiste que este chico había fallecido?
- Eso creímos todos, pero resulta que el día del accidente saltó del coche en marcha, y ha estado bastante mal todo este tiempo en el hospital.
- Y… ¿estáis juntos de nuevo? –preguntó Borja algo tímidamente.


- No. Por el sí seguiríamos con nuestra relación pero… yo le he dicho que no, -contestó pensando que aquello había sido lo más duro.


- No sabes cuánto me alegro pero… no sé, tú parecías quererlo aún. ¿Cómo es que ahora le has dicho que no?
- Perdona pero de eso prefiero no hablar, si no te importa.
- ¿Estás bien? Ya sabes que cuando quieras puedes contar conmigo para lo que sea, te lo dije.
- Muchas gracias Borja, eres muy amable.


Entonces de pronto y sin previo aviso Borja se acercó y, rodeando su rostro entre las manos, besó sus labios.


Y justo en ese momento se abrió la puerta y desafortunadamente apareció Iván.
Lo había visto todo.


Continuará

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