- ¿Te parece
bien que comamos hoy aquí? –le dijo él, - en plan sencillo. Si quieres otro día
te llevo a un restaurante mejor.
- No hace
falta Don Ricardo.
- Ya es hora
de que me tutees y me llames solo por mi nombre de pila, ¿no crees?
Ambos
tomaron asiento y pidieron la comida.
- A lo mejor
te estás preguntando que cómo es que me gusta una comida tan vulgar como los
perritos calientes, ¿no? –le dijo él.
- Don Ri…
digo… Ricardo, el hecho de que seas un hombre rico no significa que solo te
gusten las ostras y el caviar, digo yo.
- Pues sí,
tienes razón. Soy más sencillo de lo que crees. Sin embargo cuando Lina estuvo
conmigo en casa, un día quise llevarla a un buen restaurante y se negó. Dice
que prefiere tomarse una ensalada en casa o una hamburguesa por ahí.
Después él
la miró.
- Eva,
muchas gracias por haber querido venir hoy conmigo a comer. Eres encantadora y…
si tú quieres y estás de acuerdo, me gustaría volver a repetir una salida como
esta o hacer cualquier otra cosa juntos.
-
Ricardo, soy yo la que tengo que darte las gracias por haber sido tan amable y
caballeroso conmigo, por no haberme tratado mal ni hecho el vacío. Me… me has
hecho sentirme muy bien, y estaré encantada de volver a verte si tú quieres.
Y Don
Ricardo quiso.
Ambos
empezaron a verse regularmente.
Uno de
aquellos días la invitó a ir a la playa a bañarse.
Eva se
adelantó a meterse en el agua y luego fue él, por lo cual le dio tiempo a verlo
en bañador y darse cuenta de que en realidad él estaba en bastante buena forma
física.
- Que buena
está el agua ¿verdad? – le dijo ella.
- Estupenda.
Ya tenía yo ganas de darme un chapuzón.
- Nadas muy
bien Ricardo.
- Suelo
practicar todos los días en la piscina cubierta que tengo en casa. Así me
mantengo en forma.
- Ya se te
ve.
Cuando ambos
salieron por fin del agua, sin saber por qué los dos se quedaron mirando el uno
al otro.
- ¿Te lo
estás pasando bien Eva?
- Si, mucho.
Contigo siempre me lo paso bien.
- Pues
fíjate que cada vez que salimos yo tengo miedo de que tu no quieras volver a
verme. Al fin y al cabo tú eres joven y yo…
- ¿Y tú qué?,
¿eh? Ricardo, tú eres el hombre que
mejor me ha hecho sentir en toda mi vida y además me estás ayudando muchísimo
en esta dura etapa de mi vida. Solo te tengo a ti y lo sabes. La edad… da lo
mismo. Ya… no sabría que hacer sin ti. Me tratas genial y… te necesito, -le
dijo tímidamente.
- Yo también
a ti preciosa. Tampoco podría prescindir ahora de ti.
**************
Volver a la
rutina de clase después de aparecer Iván fue todo un reto para Alberto.
El tiempo
parecía haber dado marcha atrás, como antes de ocurrir nada, que ambos salían
juntos de la facultad y hacían sus planes, pero ahora todo había cambiado,
porque ambos ya no tenían una relación como antes, aunque esto se le hacía
realmente extraño y sabía que le iba a costar mantenerse así. Al fin y al cabo
él siempre lo había amado, sentía verdadera debilidad por él y los ojos se le
iban detrás.
Era mediodía
y todos almorzaban o iban a hacerlo.
Borja miraba
a Iván disimuladamente y de eso se daba cuenta Alberto. Él había visto su foto
en su mesilla de noche y sabía que Iván había sido alguien muy importante para
él.
Todo
aquello era muy engorroso para Alberto porque sabía que Borja estaba interesado
en él, lo miraba demasiado, y a la vez sabía de su antigua relación con Iván,
el cual tampoco se privaba de mirarlo más de la cuenta.
Le
daba un poco de vergüenza que Iván se pudiera percatar del interés de Borja en
él, aunque Iván y el ya no estuvieran juntos y no tuviera que darle
explicaciones, y Borja por su parte ya seguramente se habría dado cuenta del
interés de Iván, dado que éste ni siquiera trataba de disimular. Ahora y tras
coger su comida, se había sentado junto a él en la mesa.
Cuando
Alberto terminó de comer y se levantó de la mesa, se dio cuenta de la
insistente mirada de Borja sobre Iván.
Y un
momento después y mientras metía su plato en el lavavajillas, tanto Borja como
Iván no le quitaban el ojo de encima a él. Aquello era una locura.
Se fue
a su cuarto dispuesto a ponerse a estudiar y tratar de alejar de sí mismo el
continuo pensamiento de Iván y su situación actual.
Pero
apenas le había dado tiempo a soltar la mochila con los libros cuando Borja
apareció.
- Alberto,
¿podemos hablar un momento? –le dijo
- Si, ¿qué
pasa?
- Perdona
pero… ¿no me dijiste que este chico había fallecido?
- Eso
creímos todos, pero resulta que el día del accidente saltó del coche en marcha,
y ha estado bastante mal todo este tiempo en el hospital.
- Y… ¿estáis
juntos de nuevo? –preguntó Borja algo tímidamente.
- No.
Por el sí seguiríamos con nuestra relación pero… yo le he dicho que no, -contestó
pensando que aquello había sido lo más duro.
- No sabes
cuánto me alegro pero… no sé, tú parecías quererlo aún. ¿Cómo es que ahora le
has dicho que no?
- Perdona
pero de eso prefiero no hablar, si no te importa.
- ¿Estás
bien? Ya sabes que cuando quieras puedes contar conmigo para lo que sea, te lo
dije.
- Muchas
gracias Borja, eres muy amable.
Entonces
de pronto y sin previo aviso Borja se acercó y, rodeando su rostro entre las
manos, besó sus labios.
Y justo en
ese momento se abrió la puerta y desafortunadamente apareció Iván.
Lo había
visto todo.
Continuará
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